La demanda eléctrica varía cada hora en función de si comienza la jornada laboral, cierran los comercios al mediodía o se junta la familia en casa al final del día, y tanto el operador del sistema como las compañías eléctricas deben atender a esas oscilaciones para asegurar el suministro.
Pero… imaginemos un día en que el suministro eléctrico pueda satisfacer la demanda con la mínima generación de electricidad durante las horas de máximo consumo. O un día en que el operador de red pueda modificar quirúrgicamente las curvas de carga, sin importar el grado de necesidad energética, en cualquier momento, en cualquier lugar y a cualquier hora. Pues resulta que ese día podría ser pronto una realidad si los clientes se convierten en consumidores activos de energía, es decir si son capaces de vender la energía que no han usado y la devuelven a la red a precio de pool. Todo el sistema cambiaría.
La capacidad de respuesta de la demanda o “negavatios” permite a los consumidores jugar un papel activo en la cadena de valor del suministro de energía. Mediante la modificación de sus patrones de consumo, por ejemplo, apagar su aire acondicionado durante un día caluroso, podría reducir o desplazar la demanda durante las horas pico. Esto que suena a ciencia-ficción, ofrece grandes ventajas, tales como evitar aumentar la capacidad de generación eléctrica e incluso mejorar la estabilidad de la red. Y estos negavatios son tan necesarios para equilibrar la volatilidad de las tecnologías intermitentes como los megavatios.
Pero, ¿cómo convencer a los consumidores para que formen parte activa de la demanda eléctrica? Según un informe de la consultora EY, hay varias soluciones posibles que apuntan a la misma dirección: la implicación del consumidor final. El sector eléctrico debe elaborar una propuesta lo suficientemente atractiva para que los clientes se replanteen el consumo y uso de la electricidad, y que el regulador les premie y les incentive en su compromiso. Una posibilidad sería incentivar a los consumidores para que se ajusten a las necesidades del mercado en tiempo real. Por ejemplo, si se necesita que bajen su consumo eléctrico, se les podría ofrecer una recompensa de 10 euros, si no es tan urgente, la recompensa podría ser de solo 1 euro. Se les podría pedir incluso que participaran a través de mensajería móvil [SMS] o mediante Apps para Smartphones.
Otra opción podría ser informarles de recompensas automáticas. Por ejemplo si el precio de reducir el consumo eléctrico es de 7 euros a una hora determinada todos los días, el cliente puede acogerse a esa oferta. En definitiva, atraer a los consumidores para que jueguen un papel en tiempo real en el equilibrio de la red podría crear un sistema de oferta y demanda verdaderamente dinámico y flexible.
Por el momento, una oportunidad de oro son los contadores inteligentes, obligatorios en nuestro país a partir de 2018 para el consumidor residencial. Si junto a él se instala tecnología de respuesta de la demanda, como dispositivos de control de carga, añadiría un considerable valor con tan sólo un coste adicional, o si se agrupan otras tecnologías en el hogar, tales como el almacenamiento de energía solar o las baterías, el conjunto sería realmente revolucionario.
Mientras tanto, ya se están produciendo ciertos cambios en el mercado, en gran parte, debido a la rápida proliferación de la generación distribuida, a la energía eólica y la solar, que han añadido complejidad en la organización del suministro eléctrico. Y por si fuera poco la irrupción aún pequeña del vehículo eléctrico, que circula por las carreteras pero sobre todo, consume energía en los garajes durante las horas nocturnas, lo que crea nuevas subidas de tensión, provocando una demanda aún más volátil.
El sistema eléctrico del futuro se prevé muy distinto a lo que hemos visto hasta ahora. Por eso la única pregunta que queda hacerse es: ¿las grandes eléctricas formarán parte de este futuro o se quedarán atrás?
25/Agosto/2016
Laura Ojea
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